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EL TEATRO, LA FORMA DE SER UNO MISMO

Arte que moldea y transforma vidas.

Por: Magaly Valdivia Becerra

En un mundo cada vez más acelerado, el arte se convierte en un refugio para el alma en una poderosa herramienta de formación humana. En las aulas y escenarios del Colegio, el teatro musical ha demostrado, año tras año, que el arte educa, une, transforma a quienes lo viven.

Desde el 2005, con El Principito, hasta la puesta en escena de Encanto que se presentará este 2025, cada producción dirigida por el profesor Elard Oswaldo Meza Llerena ha reunido a cientos de estudiantes que, a través de la música, la danza, la interpretación y las artes plásticas, descubren su voz interior y el valor del trabajo colaborativo. Estas obras, entre ellas: Rey León, Pinocho, La Bella y La Bestia, Los Miserables, Matilda, Frozen y Jesucristo Superstar; entre otras, se han convertido en verdaderas experiencias de aprendizaje artístico y humano.

Más allá del brillo de las luces, existe un equipo que sostiene cada detalle detrás del telón. Escenógrafas, instrumentistas, y docentes construyen juntos un espacio donde la creatividad florece y donde cada alumna aprende que la belleza del arte no está solo en el resultado, sino en el proceso compartido. El arte enseña a escuchar, a esperar, a comprender la emoción del otro. Ayuda a las niñas y jóvenes a desarrollar empatía, sensibilidad y confianza en sí mismas. Por eso, cada función es más que un espectáculo: es una lección de vida.

Iniciativas como estas nos recuerdan que la educación artística no busca formar artistas únicamente, sino personas integrales, capaces de soñar, crear y transformar su entorno con sensibilidad y esperanza. Porque cuando el arte se vive en comunidad, se convierte en una expresión profunda de humanidad.

Testimonios:

«El teatro en el colegio me encanta porque me deja ser yo misma y, al mismo tiempo, alguien completamente distinta. Es como vivir muchas vidas, en un solo escenario”. Comenta Vayolet Muñoz (15 )

Del teatro escolar a la vida artística, un sueño que creció en mí.

“Desde los siete años, el teatro musical marcó mi vida. Lo que comenzó como un papel casi invisible en el Teatro Municipal se transformó en una pasión que creció año tras año. Cada montaje era el fruto de meses de ensayos, nervios y risas, pero sobre todo de trabajo en equipo; donde aprendí que lo más valioso sucedía detrás del telón. Ni la pandemia detuvo esa tradición: la “Revista Musical” mantuvo vivo el arte a través de las pantallas. Despedir a las mayores siempre fue emotivo; hasta que me tocó vivirlo y comprendí que cerraba una etapa para abrir otra: mi vocación. Elegí estudiar artes escénicas porque el arte no es un pasatiempo, es una forma de vivir. Gran parte de esa decisión se la debo a mi profesor Elard Meza, quien me enseñó que actuar no es fingir, sino sentir. Hoy sé que el escenario es mi hogar y que quiero dedicar mi vida a él”. Narra Sami Masías, exalumna SSCC, (18)

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