Por: Darío Vera Mendoza
“La vida de un hombre no tiene sentido si no deja algo que lo trascienda”. — José Ingenieros
Si como promotores y directores de instituciones educativas, pensamos que la felicidad del ser humano es simplemente el resultado de satisfacer sus necesidades básicas, es probable que terminemos produciendo muchedumbres de individuos competitivos quienes solo buscan su éxito individual. Si bien es cierto ser académicos brillantes, investigadores reconocidos, emprendedores prósperos o innovadores auténticos nos hace sobresalir como personas, también como seres humanos tenemos que buscar el desarrollo en comunidad.
Si la finalidad de la educación se entiende como el desarrollo de competencias que nos habiliten y aseguren una vida sin apuros ni carencias, estaríamos aceptando que el ser humano, para ser feliz, solo necesita de alimento, descanso, protección, salud, empleo y socialización.
Sin embargo, la felicidad del ser humano no depende únicamente de la satisfacción de sus necesidades básicas, sino de las necesidades superiores, aquellas que garantizan su desarrollo pleno y equilibrado. Así como hay necesidades fundamentales que aseguran el bienestar físico u orgánico; las necesidades de orden superior garantizan el bienestar psicológico, emocional y social. Las necesidades humanas de este nivel, van más allá de la búsqueda del bienestar individual; procuran el bien común, redundan en la construcción de una sociedad mejor, en convivencia armoniosa. A ese nivel de existencia, es a donde debemos orientar nuestros pasos y los de nuestros estudiantes.
¿Cuáles son esas necesidades humanas superiores, cuya satisfacción garantiza la felicidad del hombre con sus semejantes, su entorno y otras especies vivientes? Estas son las necesidades humanas de mayor nivel: autorrealización, trascendencia, servicio, abnegación, búsqueda de la excelencia, práctica de valores, llevar una
vida basada en principios altruistas.
Esta es la visión del colegio Domingo Savio, esa es la fórmula de felicidad a la que aspiramos, como lo expresa nuestro lema “Ser para trascender”. Esta frase, lejos de ser solo un ideal inspirador, se traduce en acciones concretas que se realizan día a día; actividades que proveen a nuestros alumnos de experiencias plenas y auténticas, con exigencias graduadas que demandan del esfuerzo comprometido, el trabajo colaborativo y la interacción democrática, respetuosa y permanente. Los educadores debemos estar comprometidos con la formación integral de nuestros estudiantes, con la recuperación y práctica de valores, con el desarrollo moral, la vivencia espiritual, el cuidado del medio ambiente y la resolución pacífica y consensuada de problemas. Nuestro lema no es solamente un faro que orienta nuestra labor: es el camino que recorremos a diario con compromiso, vocación y búsqueda de la excelencia.

















